Fosfomicina, consiste en un antibiótico de amplio espectro,
sintetizado a partir de ciertas especies de Streptomyces.
Streptomyces son unas actinobacterias que se suelen localizar
en suelos y vegetaciones descompuestas, la mayoría de las cuales produce
esporas.
La fosfomicina trabaja inhibiendo la síntesis de la pared
celular de las células bacterianas, inhibiendo o desactivando sus enzimas,
penetrando en las paredes bacterianas por medio de un transportador tipo
glicerofosfato.
La fosfomicina está indicada para el tratamiento de las
infecciones urinarias (generalmente administrada en una sola dosis oral), infecciones
del tracto gastrointestinal e infecciones dermatológicas.
La fosfomicina se nos presenta envasada en forma de gránulos
para ser mezclada con agua e ingerida por vía oral, también se comercializa en
capsulas.
Se ha comenzado a intentar utilizar la fosfomicina para el
tratamiento de otras enfermedades, pero el rápido desarrollo de la resistencia
de las bacterias a este antibiótico, ha generado una pérdida de interés por
parte de los laboratorios e investigadores por ampliar el espectro de uso de la
fosfomicina.
La fosfomicina es un fármaco con una baja incidencia de
reacciones adversas.
La rápida resistencia a la fosfomicina por parte de las
bacterias hace que pierda efectividad ante infecciones graves o tratamientos
largos.
A pesar de ser un medicamente bien tolerado por el organismo,
puede provocar efectos secundarios tales como nauseas y vómitos, diarrea, dolor
abdominal o infecciones por hongos.
Las bacterias cuando se hacen resistentes a la fosfomicina
desactivan el transportador glicerofosfato de esta, haciendo el medicamento
ineficaz.
En caso de embarazo, los estudios realizados en animales no
muestran efecto teratógeno (agente o sustancia capaz de provocar malformaciones
en el feto).
En caso de lactancia, una pequeña cantidad de la fosfomicina
pasa a la leche materna, sólo administrar en caso de necesidad.
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