Hoy nos dedicaremos a fijarnos en unos bichitos muy
pequeñitos, unas bacterias que se alimentan del oxido.
Este tipo de bacterias son comunes en todo el mundo, obtienen
su alimento y se multiplican por la oxidación del oxido ferroso.
Esta oxidación, produce un oxido férrico insoluble con
aspecto de lodo marrón gelatinoso, el cual mancha al tocarlo y contribuye a la
corrosión de las tuberías, cuando el agua circula por su interior.
Las bacterias del hierro no crean problemas de salud, si al
consumir agua las ingerimos, aunque si afectan al sabor del agua, dando a esta
un gusto desagradable.
La presencia de estas bacterias posibilita la proliferación
de las bacterias del azufre.
Los indicadores que nos muestran la presencia de las
bacterias del hierro en el agua, es que el agua posea un mal gusto y olor, que
puede ser definido como pútrido, aceitoso, con sabor a petróleo, u olor de
vegetación podrida.
Las bacterias del hierro no producen sulfuro de hidrógeno, el
cual provoca el olor característico de huevo podrido, pero si crean un ambiente
donde se podrían desarrollar las bacterias del azufre y estas sí que producen
el sulfuro de hidrógeno.
Las bacterias del hierro también provocan habitualmente
manchas en el agua que pueden ser amarillas, naranja, rojas o marrones.
Estas bacterias, también crean unos depósitos en forma de
lodo, generalmente rojizo, aunque en ocasiones también puede ser amarillo,
marrón o gris.
La eliminación de este tipo de bacterias no es fácil.
Si añadimos desinfectantes químicos al agua, estos
desinfectantes atacarían y matarían a las bacterias superficiales, pero como
estas se acumulan en capas gruesas y compactas, haría falta una larga
exposición a los agentes químicos para eliminarlas.
Es también aconsejable no dejar el agua estancada en las
tuberías y periódicamente hacer correr el agua por ellas, hacer pasar vapor o
agua caliente por las tuberías es una buena forma de evitar su acumulación.
Pero las bacterias del hierro que decimos hasta ahora, no son
la únicas bacterias del hierro que existen.
Una investigación del profesor y jefe del departamento de
bioquímica de la Universidad Estatal de Kansas (Estados Unidos), Phillip
Klebba, con Salete M. Newton y junto con Tyrrell Conway de la Universidad de
Oklahoma, muestra como algunas bacterias logran invadir un organismo animal,
apropiándose del hierro del animal.
El hierro tiene un papel metabólico fundamental, motivo por
el cual tanto las bacterias como los animales luchan por él, y quien lo consiga
el hierro tiene muchas posibilidades de ganar la batalla.
Así, el equipo del profesor Klebba, nos muestra que la
bacteria Escherichia coli, se apropia del hierro del animal que invade para
instalarse en su intestino.
Se sabe que el organismo une el hierro a sus proteínas,
evitando que las bacterias lo obtengan, esto sería una defensa natural que
proporciona un inmunidad nutricional, evitando así el crecimiento de las
bacterias en el interior del organismo.
Pero muchas bacterias con capaces de vencer esas defensas
inmunológicas nutricionales.
En el caso de la Escherichia coli, al eliminar
sistemáticamente el hierro, el equipo de Klebba, comprobó que las bacterias se
volvieron unas 10.000 veces menos agresivas.
Pero aun nos quedan bichitos que comen hierro, no va a ser
todo negativo…
Según un hallazgo de un grupo de científicos de la
Universidad de Leeds (Gran Bretaña) y de la Universidad de Agricultura y
Tecnología de Tokyo, la bacteria del hierro genera en su interior unos pequeños
imanes, los cuales podrían ser la base de unos futuros discos duros para
ordenadores biológicos.
Utilizando estas bacterias se intenta obtener velocidad en
los procesadores y la reducción del tamaño de los componentes.
Concretamente, el tipo de bacteria, que se utilizaría como
disco duro, se denominan magnetospirillummagneticum, que se encuentran en
entornos húmedos, en fondos de lagos y estanques, pero siempre en lugares donde
el oxigeno sea escaso.
Al alimentarse estos bichitos de pequeñas partículas de
hierro, en su interior generan una reacción química que crea en su interior
pequeñísimos cristales de magnetita, los cuales serían utilizados como base en
los futuros discos duros biológicos.
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