Aunque, el tema de la alquimia ya
lo toque en el post “Fabricando
oro,” en esta ocasión, quiero dedicar este espacio a la piedra
alquímica más codiciada, la piedra filosofal.
Según cuentan, la piedra filosofal,
puede convertir el plomo en oro o en plata (no iban descaminados, con solo
quitarle tres protones al átomo del plomo, es posible convertir, el plomo en
oro).
Pero el poder atribuido a la piedra
filosofal, va mucho más allá que el convertir el plomo en oro, se consideraba que la piedra
filosofal era un potente elixir de la vida, capaz de obtener el
rejuvenecimiento de nuestros mortales cuerpos e incluso la inmortalidad.
A la piedra filosofal también se le
atribuyen propiedades místicas y mágicas tales como curar todo tipo de
enfermedades, la creación de lámparas que arden perpetuamente, la conversión de
cristales en piedras preciosas y diamantes, resucitar plantas muertas e incluso
la creación de cristal flexible o maleable.
La piedra filosofal simboliza la
perfección, la iluminación e incluso la felicidad celestial.
El aspecto de la piedra filosofal
es tan poco concreto como su creación.
Según textos alquímicos existe una
piedra filosofal blanca que por vía húmeda convierte los metales en plata.
También según los textos
alquímicos, existe una piedra filosofal roja, se obtiene por la vía seca y se
utiliza para convertir los metales en oro.
Se afirma que la piedra filosofal
es más pesada que el oro, de disuelve en cualquier líquido y es incombustible
ante el fuego.
Michael Maier, en Atalanta Fugiens,
nos describe cómo fabricar la piedra filosofal:
“Hacer de un hombre y la mujer un circulo, y luego un cadrilátero; del
este un triángulo; hacer de nuevo un círculo, y usted tendrá la Piedra de los
Sabios.
Así se hace la piedra, que no puedas descubrir, a menos que usted, a
través de la diligencia, aprender a comprender esta enseñanza geométrica.”
Los primeros datos que poseemos
sobre la piedra filosofal se remontan al año 300 después de Cristo donde Zósimo
de Panópolis nos habla de ella en la Cheirokmeta.
Pero también en el Gloria Mundi, de
autor anónimo, en el año 1.620 afirma que la piedra filosofal se remonta a los
tiempos de Adán, piedra que otorgó el conocimiento a Adán.
Otras fuentes afirman que la
creación de la primera piedra filosofal proviene de la filosofía griega.
Jabir ibn Hayyan, alquimista de la
Edad Media, analizó los elementos clásicos basándose en sus cuatro cualidades
básicas, el fuego (caliente y seco), la tierra (fría y seca), el agua (fría y
húmeda) y el aire (caliente y húmedo), teorizando que todos los metales estaban
formados por estos cuatro elementos, por lo cual se podía convertir un metal en
oro reordenando sus cualidades básicas.
A jabir ibn Hayyan le debemos la
invención del agua regia (mezcla de ácido muriático o clorhídrico y ácido
nítrico), mezcla que puede disolver el oro y que se utiliza en la actualidad
para recuperar y purificar el oro.
Avicena (Ibn Sima), opositor de la
teoría de transmutación de los metales afirmó:
“Los de la nave química saben bien que ningún cambio se puede realizar en
las diferentes especies de sustancias, aunque pueden producir la apariencia de
tales cambios.”
La leyenda cuenta que Alberto
Magno, filósofo y científico del siglo XIII, descubrió la piedra filosofal
cerca del año 1.280, la cual entrego a su discípulo Tomás de Aquino, aunque
Magno no lo relato esto en sus escritos, sí que este afirmo en ellos ser
testigo de la creación de la piedra por medio de la transmutación.
También San Jnaneshwar, gran sabio
hindú, realizó hasta en 17 ocasiones, metafóricamente referencias a la piedra
filosofal y la conversión de un metal en oro.
Paracelso, alquimista suizo del
siglo XVI aseguraba la existencia de un elemento denominado alkahest, que según
el, aun no estaba descubierto y que era la base de los cuarto elementos
(tierra, fuego, agua y aire).
En el Opus magnum o Gran obra, nos
cuentan los procesos químicos para obtener la piedra filosofal, los cuales se
dividían básicamente en cuatro etapas, nigredo (ennegrecimiento o melanosis),
albedo (blanqueamiento o leucosis), citrinas (amarilleamiento o xantosis) y
rubedo (enrojecimiento, purpúreo o iosis).
También las doce puertas de George
Ripley, nos cuentan su método para obtener la piedra filosofal, que consiste en
la calcinación, la solución (o disolución), la separación, la conjunción, la
putrefacción, la congelación, la cibación, la sublimación, la fermentación, la
exaltación, la multiplicación y la proyección.
En cambio Samuel Norton, en el
siglo XVI, nos cuenta que para obtener la piedra filosofal son necesarias
catorce etapas, la purgación, la sublimación, la calcinación, el colmamiento,
la fijación, la solución, la separación, la conjunción, la putrefacción del
azufre, la solución del azufre corporal, la solución del azufre de luz blanca,
la fermentación del elixir, la multiplicación en virtud y la multiplicación en
cantidad.
En la actualidad, el oro no puede
ser creado a partir de otros elementos mediante reacciones químicas, el oro
puede ser disuelto de una piedra (que lo contenga, dando la impresión que se ha
creado oro, pero el oro ya estaba en el interior de la piedra.
Lo que sí es cierto, es que el oro
puede ser fabricado (en pequeñas cantidades) mediante aceleradores de
partículas o reacciones nucleares, siendo una forma de obtener oro no rentable
por su coste de fabricación.
También es posible crear oro en la
actualidad mediante la bacteria metallidurans cupriadvidus, alimentando a esta
con cloruro de oro, defeca esta bacteria pepitas de oro.
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