Hoy continuamos con la segunda parte
del post publicado ayer.
La primera parte de este post la
podéis leer en mi blog “Hemos
de guardar el pasado en la mochila”
Yo soy hostil: sinceramente
no lo soy, prefiero callar y pasar de todo, si es posible, si me pongo de mala
leche tengo dos problemas, pasarlo mal yo y discutir con quien me rodea, además
si el problema es mío y no de quien me rodea ¿Qué culpa tienen los que me
rodean?.
Yo soy solemne: me
valoro, pero como decía con anterioridad me gusta el segundo plano, no
destacar, vivir mi vida y que los demás vivan la suya.
Yo soy apático: si
fuera apático no me interesaría la psicología, ni publicaría estos post,
guardaría los conocimientos que adquiero escribiendo para mí en lugar de
compartirlos, opino que compartiéndolos, aprendo mas, pienso mas, además los
comentarios (positivos y negativos) ayudan a reconsiderar mi idea y afianzarme
en ella o reconocer que era un error.
Yo soy gordo: no
lo soy, mido 1,69 y peso alrededor de 77-78 kg, tengo sobrepeso, es cierto,
pero mi meta, es mantenerlo, si pierdo algún kilillo, no estará de más, pero
para perderlo no renuncio a un buen trozo de tocino cocinado al fuego mojando
pan en un suculento all i oli.
Yo soy negado para la música: eso sí que lo he de reconocer, intente aprender a tocar
la guitarra, música no le conseguí sacar, lo único que conseguí fue hacer
sangrar mis dedos de tanto intentarlo, después lo intente con el órgano
electrónico, ahí por lo menos no sangraron mis dedos, y alguna cosa parecida a
una canción ha sonado… pero la verdad, mejor dedicarme a poner y dedicar
canciones de los demás en mi programa de radio.
Yo soy fatal para el deporte: mas que fatal, vago diría yo, prefiero tomar mi
cervecita, con mi tapita de cacahuetes (si es de jamón, queso o chorizo,
mejor) que el deporte ya lo realizo
subiendo escaleras cuando el ascensor no funciona. En mis tiempos jóvenes fui
jugador de rugby.
Yo soy torpe: con
paciencia todo se aprende… menos tocar música… je je je.
Yo soy porfiado: he
de conocer que soy cabezón, pero en ocasiones hay que rendirse, aunque mi
guitarra, dentro de su funda (hace por lo menos 20 años) aun sigue estando…
¿Quién sabe si algún día meto la funda en la lavadora…?
Yo soy inmaduro: joer…
si con 50 tacos soy inmaduro, apaguemos y marchémonos.
Yo soy meticuloso: no
me lo considero, más bien practico, busco el equilibrio de las cosas, el precio
de algo, con la calidad de ese algo, no lo más caro es lo mejor, aunque
reconozco que probablemente lo más caro sea mejor, pero todo tiene un valor,
cuando realizas algo, a más tiempo dedicas a ello, probablemente mejor te
quede, pero has de buscar el equilibrio entre que quede aceptable y el tiempo
dedicado.
Yo soy descuidado: aunque
he mejorado bastante, me importa poco lavar el coche (al mundo cuando llueve se
le ensucia, a mí se me lava), para vestirme pillo la primera ropa que encuentro
en el armario, lo importante es que yo este cómodo y acorde con la temperatura
ambiente, a quien no le guste que mire para otro lado.
Yo soy vengativo: antes
quizás, cuando me la hacían no descansaba hasta que la devolvía, ahora opino
que no merece la pena calentarse la sangre, si una persona o entidad no te
interesa, progresivamente la eliminas del grupo con el cual te relacionas, si
durante esa “progresión” ves que se enmienda, aun estas a tiempo de olvidar y
dejarle de nuevo tus puertas abiertas, si no merece la pena, seguramente te
hará algún desastre mas.
Yo soy irresponsable: nada más lejos de la realidad, me duele mucho afirmar
algo, convencido que es así, o que realizare algo y tener que decir después “lo
siento, no puedo o no es así”, antes de hablar, he de saber que digo, pero si
me equivoco, también he de saber reconocerlo y no esconderme.
Yo soy de los que se angustian fácilmente: ¿por qué he de angustiarme? Si existe un problema hay que
buscarle una solución y listo, en lugar de perder el tiempo inútilmente
llorando.
Aunque
pensaba dedicar este articulo al capítulo
4 completo del Dr. Dyer, me he
quedado en la segunda página de su capítulo, próximamente seguiremos con el
tema en un futuro post.
Hasta aquí seguía el anterior post,
pero solo os publique una parte de podéis leer en este enlace para los que
deseéis cotillear.
Ahora seguimos con el tema doblemente
incompleto.
Con todo este rollo que os he soltado,
el Dr. Dyer nos quiere hacer comprender que nos colocamos a nosotros unas
etiquetas, y nos apoyamos en ellas, para seguir siendo así aunque no nos
gustemos, por el motivo de que quizás sea más cómodo dejarnos llevar por la
corriente, que luchar contra lo que nos consideramos, en lugar de luchar por
valorarnos más nosotros y que el mundo que nos rodea nos valore mas también.
En su libro “Tus zonas erróneas” el
Dr. Dyer nos narra un poema de D. H. Lawrence que os copio a continuación:
-¿Qué es él?
-Un hombre, por
supuesto.
-Sí, pero ¿qué hace?
-Vive y es un hombre.
-¡Oh, por supuesto!
Pero debe trabajar. Tiene que tener una ocupación de alguna especie.
-¿Por qué?
-Porque obviamente no
pertenece a las clases acomodadas.
-No lo sé. Pero tiene
mucho tiempo. Y hace unas sillas muy bonitas.
-¡Ahí está entonces!
Es ebanista.
- No, no!
-En todo caso,
carpintero y ensamblador.
-No, en absoluto.
-Pero si tú lo
dijiste.
-¿Qué dije yo?
-Que hacía sillas y
que era carpintero y ebanista.
-Yo dije que hacía
sillas pero no dije que fuera carpintero.
-Muy bien, entonces
es un aficionado.
-¡Quizá! ¿Dirías tú
que un tordo es un flautista profesional o un aficionado?
-Yo diría que es un
pájaro simplemente.
-Y yo digo que es
sólo un hombre.
-¡Está bien! Siempre
te ha gustado hacer juegos de palabras.
Este
poema nos refleja con bastante claridad, que fácilmente nos colocamos y nos
colocan etiquetas, que después “nos obligamos y nos obligan” a llevarlas en nuestras
espaldas de por vida.
Es
algo que nunca me ha gustado (las etiquetas), recuerdo cuando estudiaba, que vi
un cartel donde ponía “Se necesita aprendiz” tenía 14 años por esas épocas,
estaba estudiando EGB, pero vi el cartel y decidí ponerme a trabajar para tener
autosuficiencia económica, consistía en trabajar de mozo de almacén, en un
importante almacén de productos para el hogar y el vestir, dure poco,
marchándome yo, me puse a estudiar para terminar de sacarme el graduado,
trabaje en una fábrica de acuarios, de armarios de baño, repartí con un
camioncillo por toda España, productos de hogar… estudie más tarde delineación,
después radio y televisión, mas tarde electrónica industrial… también trabaje montando
tuberías (de esas gordas que alimentan a las ciudades), monte armarios de
cocina, el bloques de apartamentos, monte tejados de Uralita, puse pladur… si
me hubiese puesto al principio de mi vida una etiqueta diciendo soy mozo de
almacén… ¿Qué seria ahora?
Un
simple mozo de almacén, como mucho el jefe de almacén, de ese almacén donde
empecé a trabajar que curiosamente aun existe…
Podemos
saber hacer una cosa o no saberla hacer, pero hemos de saber que si esa cosa, la
hacemos mal, podemos aprender, si la hacemos bien y nos aburre, también podemos
aprender a hacer otra cosa, además es más divertido.
Si
siempre haces lo mismo (por lo menos a mi), me aburre, prefiero ver una
situación desconocida, mirarme el problema, no saber por dónde meterle mano,
irme a tomar un café, pensar y buscar la solución.
Si
la vida la solucionamos simplemente con una llamada de teléfono, preguntando a
el Dios Google, no la solucionamos nosotros, simplemente nos la solucionan los
demás.
Eso
no significa que no podamos pedir ayuda o consultar a Google, para eso están
esas soluciones, pero primero pensemos buscando la solución nosotros.
Como
resumen a este extenso post os resumiré los pensamientos finales del capítulo
al cual me estoy refiriendo del Dr. Dyer.
Tú (y yo) somos el producto de la suma total de nuestras elecciones.
Esas etiquetas aburridas y viejas nos están impidiendo
tener una vida plena como desearíamos tú y yo.
Lo mejor para la tristeza (yo
diría aburrimiento) es aprender algo.
Básicamente,
en este capítulo el Dr. Dyer nos intenta inculcar que esas etiquetas son
pasado, de que permanezcan en nuestra compañía y nos quedemos estancados en el
pasado y en la infelicidad que ello nos produce solo de nosotros depende.
Coloquemos
todas esas etiquetas en la mochila del pasado y poco a poco vayamos
evolucionándolas para tener una vida plena basada en la felicidad y el
conocimiento.
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