Hace algún tiempo me sorprendido gratamente la lectura
de un artículo firmado por Javier Martínez Maldonado, titulado “Estudiar no
tiene sentido, aprender si lo tiene”.
Javier nos cuenta su particular punto de vista, sobre
la educación, los exámenes, el estudiar, el aprender… y la verdad, yo que
siempre acostumbro a sacarle punta a las cosas, opino que ente caso, Javier
tiene más razón que un santo.
Ciertamente nuestro sistema de educación y sus
respectivas reformas anda algo revolucionado, eso unido a que los docentes
deben estar enfadadísimos (como otros sectores) por los famosos recortes.
Creo que todos recordareis como memorizábamos las
tablas de multiplicar, nos enseñaban a calcular quebrados, calcular la raíz
cuadrada, cubica, estudiar religión, aprender Historia (con sus horribles
fechas), aprender sobre plantas y animales….
También recordareis noches sin dormir antes de
presentaros a los exámenes, unos nervios insoportables al presentarnos a ellos…
Creo que tanto nuestros políticos, como sus asesores
(que imagino que no están nada mal pagados), sería interesante que se pusieran
en contacto con Javier, educadores y estudiantes, preparando una nueva fórmula
educativa real y eficaz.
Actualmente ha desaparecido el espacio para el
aprendiz, a las empresas llegan ingenieros sobradamente preparados, pero
preparados para desarrollar cosas que no se realizan en el puesto que van a
ocupar, ingenieros que sabrán mucho de historia, de matemáticas, alguno hasta
sabrá latín… pero hay muchos trabajadores de están más preparados que ese
ingeniero sobradamente preparado, peparado para lo que a alguien se le ocurrió
que debía estudiar.
Es muy cierto que este ingeniero posee una base solida
para aprender con rapidez, pero opino desde mi ignorancia, que con eso no
basta.
Realmente opino que el sistema nos quiere enseñar a
base de miedo para tenernos controlados, cuando estudiamos tememos a los
profesores, cuando trabajamos a los encargados y a los jefes.
Opino que todos debemos tener unos mínimos de cultura
general, la educación una vez aprendidos estos primeros conocimientos, debería
enseñarnos a saber a temprana edad, que profesión nos gusta y empezar a
estudiar (en un mix de práctica y estudio) la profesión que nos interese, ello
nos haría más fácil aprender y seria un interesantísimo campo de cultivo de
genios.
Si a una persona le gusta cocinar, ¿necesita saber
hacer raíces cuadradas?, ¿Cuántos conocéis que sepan para que sirve una raíz cuadrada? ¿Cuántos la habéis utilizado alguna vez,
fuera de la escuela?
Por si algún despistado no lo sabe… ¿sabíais que un
psiquiatra no necesita absolutamente para nada saber algo tan simple como la
diferencia entre la sangre arterial o venosa?
Ni necesita saber un cirujano la teoría que dice “la
energía ni se crea, ni se destruye, simplemente se transforma” que yo sepa aun
es cierta, pero nada me garantiza que mañana esta teoría sea falsa, como antes
se creía que la tierra era plana y que el mundo se acababa en Finisterre…
Un profesor de lengua… ¿necesita saber que el macho de
los caballitos de mar es quien pone los huevos en lugar de la hembra?
Otra preguntita ¿Cuánto hace que no hacéis una simple
división con decimales sin maquinita?
Ciertamente yo proyectaría una nueva ley educativa,
donde en unos primeros años a los estudiantes se les instruyera en cultura
general, desde el punto de vista de ver que les gusta más para ir desarrollando
esos temas que más le interesan al estudiante.
Cuando el estudiante, comprenda que temas le interesan
y le atraen, ir encaminándose a esos estudios que a él le interesan, en lugar
de perder el tiempo estudiando cosas que no le interesan, le harán examinarse
de ellas y después simplemente las olvidara una vez realizado el examen.
Cuando el estudiante sepa su camino que apoye sus
estudios con la practica real, ejercitada en empresas a tiempo parcial y
simbólicamente remunerada, abriéndole ya el camino para unir los estudios con
sus prácticas que deberían terminar en empleo.
De esta forma el estudiante ganaría independencia
económica de sus padres, aprendería a administrarse, sabría valorar el esfuerzo
que cuesta ganar dinero, evitaría aprender cosas que no le servirán para nada,
ganara un alto grado de felicidad su personalidad y hasta puede que lleguemos a
un punto que trabajar sea un gusto, si las presiones de compañeros, encargados,
jefes, de la sociedad, no estropean las ganas de trabajar en algo que realmente
nos gusta.
Quizás ni mis ideas, ni las de Javier sean las más adecuadas,
son simplemente unas ideas escritas en una simple barra de hielo puesta al sol,
pero opino que es un principio, que se puede agarrar con uñas y dientes, como
unas directrices que podemos mejorar y moldear como si de una figura de plastilina
se tratara.
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