lunes, 10 de julio de 2017

Egocentrismo II


Ayer os publicaba la primera parte de este artúculo sobre el egocentrismo, en esta ocasión, profundizaremos un poquito más en el tema.
Seguiremos caminando entre la complejidad de las neuronas del
ser humano.
En el post   “Autoestima” os comentaba que el autoestimarnos, nos puede llevar al extremo de llegar al egocentrismo.
En primer lugar hemos de saber en qué consiste el egocentrismo.
Egocentrismo es un término, que define a esa persona, que solo admite sus intereses e ideas propias, sin tener en cuenta a los demás.
Ego significa yo, y centrismo, centro.
Egocéntrico, es la persona que se considera el centro del mundo y el mundo ha de girar alrededor de él.
Se trata de una persona que se considera el ombligo del mundo y no valora a los demás, solo se valora a sí misma.
En la Wikipedia, en la definición de “egocentrismo” he visto
una definición tipo parábola que me ha encantado, por lo cual me permito
repetírosla…

En psicología, el ego es que la persona sea consciente de su propio yo y se reconozca a sí misma.
El egoísmo es el amor extremo sobre uno mismo, el cual le hace perder el interés por las necesidades u opiniones ajenas.
El egocentrismo es la exagerada valoración de la propia personalidad.
La persona egocéntrica exige que tanto su personalidad, como el mismo, sean el centro de atención de los demás.
Realmente estas personas, deberían comprender que nadie es el ombligo del mundo, pero hacen lo que sea para llamar la atención y ser siempre el centro de atención.
En el caso de los niños pequeños, es habitual que deseen ser el centro de atención y sean egocéntricos, es una forma natural de supervivencia, puesto que requieren cuidados para su supervivencia.
La mejor forma de luchar contra el egocentrismo es:

-Buscar una visión positiva de la vida.
-Intentar valorar ideas y pensamientos de los demás.
-Apoyo de quienes te rodean.

Si tu actitud es pesimista, rencorosa, temerosa, rígida, dominante, difícilmente lograras tu propia felicidad, con considerar que tú eres el centro del mundo, solo gastaras tus energías y tu tiempo para estar ahí, mientras perderás poco a poco la gente que te rodea.
Los egocentristas deberán pensar que al igual que ellos exigen ser el centro del mundo, no deberían olvidar que al resto del mundo, también le gusta que el resto del mundo los valore.
El egocentrismo también lo podríamos definir como un ego exacerbado.
El sentimiento sobredimensionado del ego nos impide la autorrealización, generando aflicciones para la persona egoista y para los que la rodean.
El ego es un velo que distorsiona la percepción y la visión de la mente.
Todos tenemos nuestro propio ego, además es necesario tenerlo, pero ha de ser un ego sano, maduro, sin sobredimensionarlo.
Si nuestro ego es inmaduro, desproporcionado, con un enorme sentimiento del yo, con emociones insanas, si somos posesivos, egoístas, celosos, tenemos desarrollado en sentimiento de la rabia, la prepotencia, etc…
En este caso nuestro ego se torna destructivo para nosotros y para quienes nos rodean.
A este ego es a lo que solemos llamar egocentrismo.
Una vez sabemos que es el egocentrismo se trata saber cómo lograr evitarlo, la verdad no es tarea fácil.
Lo primero que necesita la persona egocentrista es tener paz interior y equilibrio emocional.
Ha de confiar en sí mismo, cuando consiga todo esto, podrá empezar a valorar a los demás.
Las personas en ocasiones negamos la realidad para evitar sentimientos conflictivos, pero así no se avanza nada, los problemas se solucionan, razonándolos y enfrentándose a ellos.
Aceptar nuestros problemas y los de los demás, al igual que nuestras limitaciones y las de los demás, nos dará la equidad para que los problemas no nos afecten y rompan nuestro equilibrio emocional.
Hemos de comprender y admitir que todo el mundo no reaccionara como nosotros esperamos que reaccione.
Las personas que se  limitan a su mundo aparente perfecto, se desploman ante el menor incidente.
Las personas emocionalmente saludables también, en ocasiones pierden el control, se equivocan, pero tienen la suerte de saber reaccionar y corregir sus errores o incluso pedir disculpas.
Para que una persona egoísta o egocentrista pueda llegar a corregirse, es necesario que esta persona tenga voluntad de corregirse y que acepte que las cosas son como son, no como le gustaría que fueran a ella.

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